Hoy me apetece escribir sobre Malí. Ahora que desgraciada-mente están en los titulares de las noticias por la guerra que está sufriendo, me he puesto a ojear mi diario, de cuando viajé a ese espléndido país en el año 2005.
Los dogones es un pueblo indómito, salvaje. Nunca se dejaron islamizar, mantienen fieles sus ancestrales costumbres y organización social y habitan al pie de la falla de Bandiagara, un abrupto acantilado de trescientos metros de alto y más de doscientos kilómetros de largo sobre la sedienta planicie del sahel, que les ha permitido vivir alejados del mundo hasta bien entrado el siglo XX. Fue el antropólogo francés Marcel Griaule el que en durante una expedición francesa en el año 1933 el primer occidental que entró en contacto con este pueblo.
Para comenzar la visita al país Dogón, debemos disponer de como mínimo 3 días. La aventura comienza al final de una traqueteante carretera hasta llegar a la población de Sangha, emplazada en lo alto de la falla. Es tan solo gracias a un guía local por la que a través de una hendidura imposible en la roca descubrimos un escarpado sendero que nos conduce el pie de la falla.
Como es día de mercado en Sanga, nos cruzamos con varias mujeres que, como si de auténticos funambulistas se tratara, consiguen ascender por el escarpado camino portando en su cabeza todo tipo de enseres para venderlos en el mercado. Y tras algo menos de una hora, llegamos a la primer aldea, Banani.
Las aldeas de barro están enclavadas al pie de la abrupta falla. Las calles discurren laberínticamente sin orden aparente, destacando entre todas las construcciones la toguna, (la casa de la palabra) un edificio cuadrado y donde los ancianos de la tribu dirimen los asuntos comunales. Lo curioso de este edificio sin paredes es que su techo a base de ramas, puede medir unos dos metros de espesor, pero el espacio libre entre éste y el suelo es de metro treinta, por lo que hay que permanecer sentado todo el tiempo.
Otra construcción destacada es la casa de las mujeres, de forma circular y donde pasan los días las mujeres durante su menstruación. El resto de las aldeas están compuestas por las viviendas de adobe y techo plano (ginas) y graneros similares pero con techumbres cónicas de paja, cerrados con curiosos candados grabados representando la cosmogonía local.
Porque los dogones tienen una cosmogonía de una riqueza insospechada. Cada 60 años, cuando entre dos montañas aparece en el cielo una estrella, que según los dogones son tres estrellas que caminan juntas a pesar de que dos no se ven, celebran la ceremonia Sigui, para restablecer la armonía cósmica con sus dioses.
La estrella que adoran los dogones es la Sirius A, visible para el ojo humano. En 1970, astrónomos norteamericanos confirmaron mediante potentes aparatos de medición la existencia de Sirius B. Pero la consternación del mundo científico llegó a su apogeo en 1995 cuando por medio de un radiotelescopio se confirmó la presencia de Sirius C, del que habla la cosmología dogona, imposible de localizar desde la tierra si no es con aparatos de alta precisión.
El por qué una tribu primitiva conoce algo que los astrónomos de todo el mundo solo han conseguido certificar gracias a los últimos avances científicos es todo un misterio. Quizá en el año 2027, fecha de la próxima ceremonia Sigui, se arroje algo de luz al misterio.
El camino discurre siempre paralelo a la falla, atravesando el sahel entre campos de tierra roja donde se cultivan cereales resecados por el sol, algún baobab impertérrito ante un astro rey que conforme asciende en el cielo hace más duras las horas centrales del día. El caminante se cruzará con mujeres de ébano de andar pausado, sonrisa preparada en el rostro e inseparable cesto en la cabeza y con niños que ofrecen dibujos de máscaras dogonas, o que simplemente te piden la dirección para mantener correspondencia con el viajero.
Los días son de 4 a 6 horas de marcha por terreno plano y arenoso, cruzando varias aldeas, siempre emplazadas en torno a un pozo de agua y al pie de la falla, donde se pueden observar las grutas y ventanucos del antiguo pueblo tellen, los primeros pobladores de la falla, y que hoy en día sirven de sepultura al pueblo dogón.
Se dormirá en las aldeas, como la de Ireli, en alguna terraza de alguna casa, y se visitarán varias aldeas, como la de Amani, donde hay una charca con varios cocodrilos, animal sagrado para los dogones, donde si quieres mantener una buena relación con los dioses, puedes comprar una gallina y dársela en ofrenda a los cocodrilos. Ya verás que rápido que se contentan los dioses…
El regreso se puede hacer por otras aldeas como Nombori, Bankass.. Previamente hay que acordar con el guía a que población nos vendrá a buscar el transporte para poder continuar viaje por esta maravilla de África como es Malí.
Año 2005!! Como pasa el tiempo. Lástima que este estupendo país esté ahora asolado por la guerra.
Que recuerdos: viaje en taxi al aeropuerto, noches frías y «acurrucadas» en las terrazas de los edificios, paseos en pinazza por el Níger, puta caminata por las arenas del sahel!! 🙂
Me has alegrado el día, muchas gracias por este post tan guapo!
Cuando ese país esté más tanquilo para el viajero es altamente recomendable su visita. Eso sí, la caminata por la falla… ir ligeritos de equipaje!!
Un buen viaje si señor! Un abrazo señor Whisky en Malí! Por esos taxis suicidas camino del aeropuerto!!!
Hay 3 países de África que me ha dejado huella uno Libia con su desierto akakus otro el Chad enneide y otro Malí al llegar por la trasahariana y el último aunque no seA África para mi si que hay conexión Yemen y su desierto de ruh alkali Malí oh oh Malí
Que gran artículo!!! Que bello el continente africano.
Gracias por compartir las construcciones de un pueblo tan especial como el Dogón a caballo entre Mali y Burkina Faso. Un cordial saludo.